viernes, 11 de enero de 2013

Mírame a los ojos.

La muerte me está pidiendo un beso, ya no sé si dárselo o pasarle una jeringa.
Colocarme con su aliento o que me mate lo poco que me queda de vida.
Que esto no funciona así.
Más allá de sus pupilas vacías, las mías arden. Y cada vez me cuesta más averiguar si del frío del invierno o la nostalgia que dejaron los recuerdos en tus labios.
"No respires" me digo. "Solo pretende encandilarte con bonitas palabras y promesas vacías. No la escuches, ha venido a robarte y no tan solo besos."
Que le jodan. Que me robe hasta el alma si eso es lo que quiere.
Que se lleve las noches en vela, el frío que me cala los huesos, las lágrimas que no sirven de nada, el humo de los cigarros que te fumabas después de echarme un polvo, los ojos que me vieron marchitarme en plena primavera, los arañazos en la espalda, el carmín en la clavícula, las mentiras en susurros y las voces gritando verdades.
Que le jodan a esto a lo que llaman vida.
Inhalo tan fuerte que incluso creo notar el sabor del odio en mi boca. O quizás son los restos de ti que aún conservan mis pulmones y mi saliva.
"Ten cojones. Sé valiente por una vez en tu vida, niñata."
Ya podría haber sido así de valiente contigo y no con esta a la que tantos temen y que para mí ya es más que conocida.
-Pídemelo otra vez.- susurro.
"Que me beses."
Esta vez los ojos que arden no son los míos.
Le paso la jeringa y la beso.
¿Para qué engañarnos?
Siempre se nos dio mejor jodernos la vida juntos.