sábado, 4 de mayo de 2013

Cachito.

 Ponte ahí, anda. Voy a morderte cada promesa. Te lo juro.
No por favor, deja de mirarme así que me vengo abajo. O mejor, ponte tú encima.
Estoy tan solo que ya no sé por qué llorar. Aunque yo no lloro. Nunca. Ya lo sabes.
Es difícil encontrar algo cuando no sabes lo que estás buscando; pero aquella noche de madrugada mientras buscaba algún sitio donde comprar cerveza te encontré a ti y pude volver a escribir poesía.
Poesía sobre tus labios, sobre tus dedos y sobre las cicatrices que no pude evitar querer curarte.
Te propongo algo, pero primero deja de llorar para que pueda besarte cada punto de sutura.
No estás sola. Yo... Yo te quiero, ¿sabes? Y mira que me jode reconocerlo, pero me volviste loco el primer día; mientras me mirabas sonriendo y mordiéndote el labio.
Joder, créeme. Puedo gritarlo, ¿eso quieres? Puedo gritar hasta dejarme la garganta. O decírtelo en susurros al oído: que me encantas.
La forma que tienes de contonearte sobre las baldosas, el color turquesa con el que siempre te pintas las uñas, y cómo cantas esa canción de Extremoduro que pones siempre mientras te duchas.
Por no hablar de tus manías tontas... Lo de llevar siempre un calcetín de cada color, cocinar cuando te enfadas con QUEEN sonando a todo trapo en la cocina o que dejes los de color azul para el final cada vez que comes lacasitos.
Hasta lo que me enfada de ti, me encanta; como ese juego absurdo que tienes con tu mejor amiga de tocarte la nariz cada vez que ves un chico guapo.
Dios, tu risa tonta aquella vez que fumamos yerba en la terraza mientras cantabas a voz en grito que la vida es demasiado corta como para lamentarse de lo que no hemos hecho. ¿Recuerdas aquel día? Después de aquello me miraste a los ojos- y esos tuyos verdes se me clavaron tan adentro que creo que aún los llevo conmigo- y susurraste: "Así que, hagámoslo." Y me besaste.
No voy a hablar del rojo que siempre baila sobre tus labios, eso lo dejo para mí.
Y no quiero lavar las sábanas, porque no es solo a mi sudor a lo que huelen. Y tu olor. Dios, tu olor.
¿Te he dicho ya lo mucho que adoro verte bailar? Cerrando los ojos, moviendo tu pelo y tus caderas al mismo compás mientras yo intento no perderme detalle por culpa de algún estúpido parpadeo.
¿Ves? Siéntate a mi lado y léeme ,como haces siempre, uno de tus tantos libros de poesía, Trocito.
Recuerdo la noche que te dio ese nombre. La noche que viniste a mí sonriendo como una cría de diez años con ese pequeño libro en las manos. Cachito.
Leíste cada palabra como si fuese la primera vez que lo hacías, relatándome aquella absurda historia de dos enamorados locos. De aquel hombre, el protagonista que llamaba a su chica Trocito a modo de "Estoy enamorado de ti. Hasta las trancas."
Así que sí, Trocito. No me llores más, que me destrozas. He traído cerveza y yerba.
Vamos, hazte uno y permíteme soñar despierto con ese sonido tan increíble que es tu risa.

martes, 12 de marzo de 2013


Lloro tanta rabia que ahora lo que brotan son lágrimas de sangre.
Necesito hacerme arder, hacerme pedazos. Me da igual si contra las promesas o contra el suelo.
¿Oyes eso? Son jirones en mi piel.
Mierda, seguro que dejan marca.

Ansiedad.

Me retumba el pecho. Pero no se oyen latidos más allá de mis sienes.
Aprieta el gatillo. Venga, joder. ¡Dispara!

Silencio.
Solo el goteo de las lágrimas de mi cuerpo contra el suelo. Ya no brota sangre de mis ojos. Ahora solo arden.

Ni siquiera ahora veo luz.

jueves, 21 de febrero de 2013

Ya no sé ni por quién escribo.

Ya no sé ni por quién escribo.
A quién le reprocho tanto y tan poco a la vez. A quién culpo de mis rotos y de mis ruinas.

Menuda mierda.

Ya no sé a quién pertenece toda esta rabia con la que escribo, o esas (putas) lágrimas a las que mi orgullo no permite brotar de mis ojos.

¿Y los arañazos?

Necesito saberlo. Pero no quiero. No quiero querer.
Ni quiero necesitar necesitarte.

No quiero ponerle nombre. ¿De verdad no te das cuenta?
No quiero ponerle tu nombre a todas estas grietas.

martes, 19 de febrero de 2013

Si se trata de fingir, lo haremos todos.


Dejaste de matarme a besos por hacerlo a versos. Y joder, luego te extrañó que se notase el cambio.
Te quejabas de mí. De mis pupilas rotas. Pero dime, ¿qué coño hago? Si los ojos que antes me llenaban, ahora solo aumentan mi vacío.
Y no te estoy echando la culpa, amor. Pero no voy a negarte que comenzaste a arruinar la mía en el momento en que empezaste a
llamarme "mi vida".
Y mira ahí afuera. Y calla.
Tanta gente con sonrisas falsas en la cara y fingiendo que la vida no pesa, que se puede ser feliz cada día.
Míralos y luego vuelve a preguntarme por qué ya no te beso cuando te beso. O por qué ya no nos queremos cuando nos queremos.
Encuéntrame tú, que yo ya no sé ni dónde me he perdido.
Ay.
¿Te acuerdas de cuando respirábamos? Sabes que me refiero a cuando nos respirábamos el uno al otro. Como si no hubiese
más aire del que encontrabas cerca de mi cuerpo con tu boca.  Como si el oxígeno estuviese tan solo en mi piel, y morderme te
permitiese seguir viviendo.
Dios, no sabes cuánto te echo de menos.
No eres para mí. Bueno, ni para mí ni para nadie.
Estoy tan segura...
Segura de que jamás le desearía a nadie algo como tú. Algo como lo que me pasa a mí contigo. Eso de no ver más allá de tus pupilas
grises, de tus manos, de las grietas de tus labios, el olor de tu pelo, el sabor de tu cuello, o esa gota de sudor tan bonita que caía por tu  espalda cada vez que nos hacíamos uno.
Nunca le desearía a nadie desearte. Joder, eres lo peor y lo mejor que me ha pasado en la vida. La putada es que ya no sé cómo van las proporciones, y creo que joderme la vida se te dio siempre mejor que hacérmela fácil.

Hasta siempre, mi vida.
Hasta nunca.
Ni te imaginas lo que me arrepiento de cambiar la poesía por tus ojos rojos. De preferir leer tus labios a los versos de Neruda; de cambiar el romper estrofas, por romper tu ropa.
O la utopía de perderme entre lineas por hacerlo entre tus sábanas.
Cambiar punto y coma por los puntos suspensivos del "te quiero".

Quizás no me arrepienta tanto; ¿para qué engañarnos? Jamás abandonamos la poesía.


En cada una de tus ojeras, siempre estuvo escondida.
En el hueco que pocas veces separaba nuestros labios; en los mordiscos en la cadera o el sabor de los besos de verano.
Siempre hubo poesía.

En cada mirada escondida tras pupilas rotas; cada latido que escuchamos marcaba el ritmo de nuestros propios versos.
Los pedazos en el suelo al rompernos juntos eran infinitamente mejor que cualquier poema de este mundo.

Fuimos grandes escritores que abandonaron a sus musas con el primer "te quiero" falso.


Pero jamás nos faltó poesía.
Así que al menos gracias. Gracias por la poesía.

viernes, 11 de enero de 2013

Mírame a los ojos.

La muerte me está pidiendo un beso, ya no sé si dárselo o pasarle una jeringa.
Colocarme con su aliento o que me mate lo poco que me queda de vida.
Que esto no funciona así.
Más allá de sus pupilas vacías, las mías arden. Y cada vez me cuesta más averiguar si del frío del invierno o la nostalgia que dejaron los recuerdos en tus labios.
"No respires" me digo. "Solo pretende encandilarte con bonitas palabras y promesas vacías. No la escuches, ha venido a robarte y no tan solo besos."
Que le jodan. Que me robe hasta el alma si eso es lo que quiere.
Que se lleve las noches en vela, el frío que me cala los huesos, las lágrimas que no sirven de nada, el humo de los cigarros que te fumabas después de echarme un polvo, los ojos que me vieron marchitarme en plena primavera, los arañazos en la espalda, el carmín en la clavícula, las mentiras en susurros y las voces gritando verdades.
Que le jodan a esto a lo que llaman vida.
Inhalo tan fuerte que incluso creo notar el sabor del odio en mi boca. O quizás son los restos de ti que aún conservan mis pulmones y mi saliva.
"Ten cojones. Sé valiente por una vez en tu vida, niñata."
Ya podría haber sido así de valiente contigo y no con esta a la que tantos temen y que para mí ya es más que conocida.
-Pídemelo otra vez.- susurro.
"Que me beses."
Esta vez los ojos que arden no son los míos.
Le paso la jeringa y la beso.
¿Para qué engañarnos?
Siempre se nos dio mejor jodernos la vida juntos.